

El faro de Mazatlán
Desde 1828, la isla natural conocida como Isla del Crestón servía como punto de referencia para marineros que llegaban al puerto de Mazatlán. Hacían fogatas con madera, carbón o astillas de coco en su cima rocosa, creando una luz tenue apenas visible a corta distancia, utilizada para guiar embarcaciones hacia la bahía. Aun así, su alcance era limitado y no resultaba suficiente durante condiciones adversas o navegación nocturna. En 1879 se instaló la primera lámpara con lente de Fresnel en la cima del cerro, fabricada en París y alimentada originalmente por petróleo. Esto permitió una emisión luminosa más potente y constante, visible desde mayor distancia. En 1892, el ingeniero José Natividad González diseñó un pequeño edificio cuadrangular sobre el que se erigiría la torre del faro, con la finalidad de modernizar su estructura y funcionamiento. En 1905 la lámpara fue reemplazada por una versión móvil que giraba 360° para emitir destellos periódicos. Luego, hacia finales de los años 20, se adoptó un sistema de mecha triple de tipo constante, y finalmente en 1933 se electrificó, liberándose de combustibles fósiles como petróleo o gas. Actualmente utiliza una bombilla de 1 000 watts focalizada por lente Fresnel, cuyo alcance alcanza aproximadamente 30 millas náuticas (55 km). Con una altura natural de 157 metros sobre el nivel del mar, el Faro de Mazatlán fue considerado por décadas uno de los faros más altos del mundo en terreno natural, y el más alto de América. Aunque existen otros faros más elevados en altura absoluta, su emplazamiento sobre un cerro lo convierte en un emblema único. En la década de 1930 se construyó una escollera y relleno artificial que conectó la isla con el continente, transformándola en el Cerro Crestón, hoy accesible por sendero. Este proyecto fue parte de revitalización portuaria impulsada por Don Bernardo Vázquez y el gobierno local. Desde finales del siglo XX, el Faro se volvió también atractivo turístico. Un sendero que combina 745 metros de camino y 334–340 escalones conduce desde la base hasta la cima. El recorrido ofrece vistas panorámicas, vegetación local, áreas de descanso y cactáceas nativas. En su cima hay un mirador con bancas, servicios y venta de refrescos. Este mirador amplificó el atractivo del lugar y generó ingresos para invertir en mantenimiento y conservación. Hasta hoy el faro sigue en funcionamiento, administrado por la Secretaría de Marina (UNICAPAM). Opera de forma automática, emitiendo destellos con un periodo de 6 segundos (Fl W 6 s), y continúa siendo referencia naval obligada para la navegación pacífica en el Pacífico mexicano. Su alcance y visibilidad contribuyen a la seguridad marítima incluso en la era moderna. Durante temporadas vacacionales como Semana Santa, el faro recibe hasta 1 500 visitantes por día. Para gestionarlo, Protección Civil y autoridades municipales establecen controles de acceso, recomendaciones sanitarias y horarios regulados, garantizando que la experiencia sea segura y agradable. El Faro representa más que una guía para la navegación: es un símbolo vivo de la ciudad, presente en la narrativa cultural local. Su imagen enmarca la costa mazatleca y ha inspirado respeto y admiración por generaciones. Es comparado, junto al malecón y el carnaval, como uno de los íconos diferenciales de la identidad mazatleca. El Faro de Mazatlán ha sido testigo de la transformación de la ciudad desde su uso como luz colonial hasta su conversión en punto turístico de primer orden. Combina historia náutica, arquitectura funcional, aventura al subir y panorámicas irrepetibles. Su evolución refleja el desarrollo de Mazatlán y su relación intensa con el océano Pacífico—un faro de historia, tecnología y belleza natural, hoy símbolo de orgullo local.